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Paula Concha Acuña

Mi viaje a Japón: Hiroshima

El año pasado tuve la posibilidad de viajar a Japón y uno de los destinos que tenía claro que quería conocer era la ciudad de Hiroshima. Supongo que quedé muy marcada con el tema de la bomba atómica de mi etapa escolar. Para ser sincera, creo que durante parte de mi adolescencia estuve un poco obsesionada con el asunto, por lo que leía todas las revistas Muy Interesante que se me cruzaban y que trataban el tema. La verdad no sabía muy bien qué esperaba ver allí. Había revisado algunos blogs de viajes antes de ir y sabía que entre las actividades que podía hacer en un viaje de un día era visitar el Heiwa Kinen Koen o Parque de la Paz, lugar donde además de encontrar los monumentos que recuerdan el evento del 6 de agosto de 1945, alberga el Museo de la Paz.




Viajé a Hiroshima desde Kioto, ciudad donde alojaba. Dado que había comprado el JR Pass, tomé el tren de alta velocidad, el Shinkansen Hikari, hasta la estación Shin Osaka, donde debí realizar un transbordo hacia la línea Shinkansen Sakura. El tiempo de viaje desde Kioto hasta la estación de Hiroshima es de 2:15 horas aproximadamente. Creo que llegué a Hiroshima alrededor de la 13:30. En este punto aprovecho de mencionar que el JR Pass es un pase que por un precio fijo incluye todos los viajes por un periodo de 7, 14 o 21 días en las líneas ferroviarias, buses y ferries de la línea Japan Rail. Su conveniencia va a depender de cuántos viajes tengas estipulado hacer en tu estadía en Japón.


Al llegar a la estación, me dirigí a la oficina de turismo donde me entregaron un plano turístico de la ciudad con sus principales puntos de atracción, además de entregar indicaciones respecto a las líneas de transporte. En general, en las estaciones de trenes donde se encuentran los puntos turísticos más destacados de Japón existen oficinas o stands donde puedes obtener planos turísticos de manera gratuita. Así que recogí mi plano y me dirigí a tomar el tranvía que me llevaría hasta el Parque de la Paz. Sé que existen unas tarjetas que compras y te permite hacer todos los viajes que quieras durante el día. Yo no la compré por lo que pagué directamente mi pasaje. Es recomendable tener sencillo porque uno paga en una máquina de autoservicio que solo recibe monedas.


Ya en el recorrido hasta mi destino me sorprendió la ciudad por lo moderna que era. Al bajar en la parada correspondiente, crucé la calle y de inmediato vi las ruinas del edificio que es la imagen icónica de Hiroshima: el Memorial de La Paz de Hiroshima o Cúpula Genbaku.



Es increíble ver parte de este edificio aún en pie, sabiendo que la bomba explotó a pocos metros de allí: a 150 metros en la horizontal y 600 metros en la vertical.


En la fotografía vemos una imagen tomada en octubre de 1945, en la que se aprecia el área de la explosión que arrasó con todo a su paso, quedando solo esta estructura en pie. Fue impactante estar allí, frente a este edificio que tantas veces había visto en fotos de revistas. Esto me hizo sentir consciente de todo el dolor que había existido en esa zona.


Seguí caminando y, a metros del domo, encontré un monumento erigido en honor a los estudiantes que durante la Segunda Guerra Mundial fueron movilizados y se les asignó realizar trabajos para apoyar a su patria. Recuerdo que leí un folleto que estaba allí disponible donde decía: “…aquellos que se sacrificaron por su patria, los cuales podrían haber tenido un futuro prometedor si no hubiese sido por la guerra.” Fue imposible no sentirme sobrecogida al leer esto.


Al seguir por el parque se llega al Monumento a la Paz de los Niños. Este monumento fue construido para recordar a Sadako Sasaki y a los miles de niños que fueron víctima de la bomba atómica. Sadako solo tenía 2 años de edad cuando se lanzó la bomba y es una de las más conocidas hibakushas (termino japonés para referirse a las personas que fueron afectadas por la bomba atómica). Si bien Sadako no resultó con ningún daño observable tras la explosión, años después desarrolló leucemia, la cual fue atribuida a la radiación a la que estuvo expuesta. Durante su estadía en el hospital, una vecina de habitación le comentó una leyenda que cuenta que a la persona que fuese capaz de hacer 1.000 grullas de papel se le concedía un deseo. Es así que Sadako comenzó a fabricarlas para poder sanarse. No obstante, si bien logró alcanzar las 1.000 grullas, e incluso más, Sadako murió a los 12 años de edad.


Foto 1

Foto 2


En la fotografía 1 vemos vitrinas con colores, las cuales están llenas de grullas de origami que envían niños de Japón y de otras partes del mundo para homenajear a Sadako y desear paz en el mundo. Como ven en la foto siguiente, debajo del monumento hay una campana, la que puede ser tocada por los visitantes deseando la paz mundial.


Frente a este monumento, cruzando la calle, encontramos una zona extensa, que inicia con la Antorcha de la Paz, sigue con una larga fuente de agua llamada la Fuente de la Paz y que termina con el Cenotafio en memoria de las víctimas de la bomba atómica, el cual tiene la inscripción, “Descansad en paz, pues el error jamás se repetirá”. Leyendo algunos artículos, supe que se había tratado de hacer esta frase lo más ambigua posible en cuanto a sujeto para que no tuviese connotaciones políticas.


Si seguimos caminando, llegaremos al Museo Memorial de la Paz. En el momento que visité la ciudad, solo estaba habilitada un ala del museo producto de trabajos que se estaban ejecutando. El valor de la entrada es de 200 yenes. Una parte de la muestra está dedicada a entender el contexto histórico en que sucedió el lanzamiento de la bomba atómica y eso me llamó la atención porque no se trata solo de presentar el dolor que provocó la bomba atómica, sino que sentí que había un llamado a hacer ver la crueldad de las guerras y lo dañino de la energía nuclear si se le da mal uso. Mientras miraba a las personas a mí alrededor, pensaba en cómo se sentirían aquellos turistas estadounidenses, pero también recordé que a ellos les debía doler lo sucedido en Pearl Harbor. Al final, solo concluí que el contexto de una guerra saca lo peor de los seres humanos, por lo que debemos buscar la manera de no llegar nunca a ese tipo de instancias.


El museo contempla, además, una muestra de algunos artículos que se recolectaron de esa época; es posible ver restos de ropa, juguetes, algunas botellas deformadas por el calor y algunas fotografías de la ciudad y sus sobrevivientes.



Me impresionó saber que muchos de los sobrevivientes o hibakushas habían sido discriminados en Japón durante años porque, al no existir un conocimiento respecto a la radiación y sus efectos, se pensó erróneamente que los problemas que ellos presentaban eran contagiosos o, bien, congénitos. Muchas víctimas terminaron siendo bastante marginados por sus propios compatriotas. Solo pude pensar en cómo alejamos y buscamos separarnos de aquello que nos da miedo.


Antes de salir del museo te encuentras con una tienda donde puedes comprar algún recuerdo. Aunque soy buena para comprar en los viajes, reconozco que me pareció un poco raro llevarme un recuerdo de algo que tiene un trasfondo tan triste. Por tal motivo elegí aquellos que me daban esperanzas (y que fuesen livianos): una grulla de cerámica y un porta documentos con grullas. Al salir del museo encontré una mesita con unos timbres donde era posible llevarte un recuerdo del museo. Si tienen la posibilidad de viajar a Japón, es importante considerar que ellos usan muchos los timbres, por lo que recomiendo andar con un cuaderno o libreta para coleccionarlos. Yo andaba sin el mío, pero afortunadamente había hojas de papel disponibles, así me traje mi recuerdo.


A unos metros fuera del museo está la Sala Nacional Conmemorativa de la Paz donde está la Sala de la Memoria en la que es posible apreciar una reconstrucción de 360º de Hiroshima después del lanzamiento de la bomba, formada por 140 mil ladrillos (el número de víctimas hasta el final de 1945).



Cuando decidí visitar Hiroshima tenía un poco de miedo porque pensé que el estar en una zona donde había ocurrido un acto tan terrible y asociado a tanto dolor me haría sentir angustia o tristeza. Pero no fue así; lo que sentí fue paz. Sentí que su gente, pese a todo el dolor, había decidido seguir adelante y levantarse.


Como podrían ver, en esta zona es posible encontrar todo los memoriales relacionados al lanzamiento de la bomba atómica. De acuerdo al historial de las fotos que tomé ese día, puedo decirles que desde que llegué a la estación de trenes hasta que abandoné el lugar hacia mi próximo destino, me tomó un total de 3 horas aproximadamente (consideremos que fui al museo parcialmente abierto). Así que si tienen la oportunidad de viajar a Japón y alojar en Kioto u Osaka, es posible ir a visitar Hiroshima en un día utilizando los trenes de alta velocidad.


Finalizada mi visita a la zona del memorial, decidí no seguir conociendo la ciudad y aproveché de tomar un tranvía que me llevó a la zona de embarcadero para trasladarme en ferry hacia a Miyajima. Pero esa ya es otra historia.

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