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Keske Iitomi

Charlie Chaplin y Japón: una historia de amor con tempura e intentos de asesinato

Cuando hablamos de figuras tan importantes para la cultura global como es el caso de Charlie Chaplin, no nos extraña para nada ver cómo su impacto trasciende épocas y fronteras. Como era de esperarse, Japón tampoco fue ajeno a este personaje. Sin embargo, pocos saben que entre el actor y el país del sol naciente existió una relación mucho más estrecha e íntima, con un intento fallido de asesinato incluido.


La fama de Chaplin en Japón comenzó de forma temprana, a la par que la estrella comenzaba a escalar a la fama con sus primeros filmes. Las grandes pantallas de los cines nipones mostraron las aventuras y desventuras del entrañable vagabundo de bombín, traje y bastón, generando enseguida una gran simpatía en los espectadores japoneses. Incluso quienes no tenían la posibilidad de asistir a las salas de cine no eran ajenos a la gran fama de “Henpeko-kun”, nombre con el que comenzó a ser conocido por todos gracias a la revista de cine Kinema Records, en 1914. El impacto en la cultura japonesa fue tal que Charlie Chaplin y su obra inspiraron a toda una camada de actores y humoristas jóvenes como Yanagizuma Reizaburo y Fumindo Matsuo, quienes dieron sus inicios a través de imitaciones de la comedia de Chaplin.


Las influencias eran recíprocas; para Chaplin, Japón y su cultura tradicional no resultaban algo ajeno y desconocido. En algún punto de su estridente vida, llegaron a las manos de Chaplin los textos de Lafcadio Hearn, uno de los más prominentes orientalistas y japonólogos del siglo XIX. A partir de este punto, Chaplin quedaría profundamente enamorado del teatro Kabuki y Bunraku, así como también por las obras de los grandes maestros del Ukiyo-e. Gustos que le acompañaría por el resto de su vida.


Una época convulsionada:


La década de los 30 significó un periodo de intensa agitación política y social en todo el globo. En 1932, la tensión política también se había apoderado de Japón después del fin de la Primera Guerra Mundial. El avance de los movimientos autoritaristas se enfrentaba directamente a los diferentes discursos de paz destinados a no repetir la sangría de los años anteriores. “La guerra para acabar con todas las guerras” había dejado tras sí varios tratados para asegurar las buenas relaciones bilaterales y el desarme paulatino de los principales ejércitos del mundo. Uno de tantos acuerdos por la paz sería la Conferencia Naval de Washington, celebrada entre finales de 1921 y principios de 1922, con la finalidad oficial de asegurar la desescalada de armamento naval en la región del Océano Pacífico y el este de Asia.


El discurso de intenciones altruistas por parte de las potencias que auspiciaron la conferencia ocultaba, sin embargo, un claro objetivo entrelíneas; frenar el desarrollo armamentístico de la Marina de Guerra Imperial del Japón y de igual forma, detener su peligrosa expansión por China y el resto de Asia. El Imperio del Japón había demostrado ser una sorpresiva potencia industrial y militar capaz de derrotar a los grandes imperios europeos, como el caso ruso entre los años 1904 y 1905.


Los nipones habían logrado desarrollar la marina de guerra más poderosa en el Océano Pacífico. Algo que enfrentaba directamente a los intereses de Estados Unidos y Reino Unido en la región. El tratado para el desarme naval era la única opción necesaria para anular el peligro que representaban los japoneses y su flota. El Imperio Japonés no obstante, no tuvo más opción que firmar el tratado sin mayores objeciones. El documento claramente perjudicaba a los japoneses, sin embargo, la prioridad en la agenda de aquel entonces era asegurar las buenas relaciones entre el imperio y los Estados Unidos. La reducción de Armada Imperial de Guerra y la limitación de su proceso de modernización era un costo a pagar.


Resultaba obvio que estas medidas no fueron bien recibidas por un amplio grupo dentro de las Fuerzas Armadas Imperiales, especialmente aquellos grupos más radicalizados. El punto de no retorno se dió con la ratificación japonesa del Tratado Naval de Londres del año 1930. Este nuevo tratado era una extensión del anterior, e incluía nuevas imposiciones al crecimiento y desarrollo de las fuerzas navales japonesas. Las voces de protesta de los militares de la línea dura y los miembros de la Liga de la Sangre, de ideología ultranacionalista no se hicieron esperar.

Los primeros en resentir este clima de agitación fueron el Primer Ministro Inukai Tsuyoshi y su gobierno, quienes debieron lidiar con las críticas y acusaciones de todos los sectores; los militaristas y partidarios de la extrema derecha exigían que el Japón se retirara de los acuerdos de no proliferación bélica, a la vez que pedían al gobierno de Inukai un mando más férreo para las Fuerzas Armadas y su despliegue en China. Por el contrario, los sectores más reformistas le pedían al Primer Ministro que no diera su brazo a torcer y le acusaban de una falta de compromiso para cumplir con los acuerdos.

Pareciera ser que todo este contexto de disputas dentro de la política japonesa poco y nada tiene que ver con la figura de Charlie Chaplin, sin embargo este se transformaría sin quererlo en una víctima indirecta de los alegatos radicales. Para nadie era sorpresa la simpatía de Chaplin hacia los sectores de izquierda, algo que se hacía aún más notorio con los mensajes de crítica social presentes en sus películas. Esto levantó enseguida las suspicacias de los grupos ultranacionalistas. Incluso el célebre escritor Atsukagawa Ryunosuke, autor de obras como “Rashomon”, llegó a afirmar en medio de este clima de agitación que; “Si persigues a un socialista, también debes perseguir a Chaplin”.


La visita de Chaplin al Japón:


Completamente ajeno al turbulento estado de la política nipona, Charlie Chaplin visitó Japón el 14 de mayo de 1932. A su llegada fue recibido por una multitud de más de 40.000 personas que le esperaban en la Estación de Tokio, hecho que fue ampliamente cubierto por la prensa de la época. El Primer Ministro Inukai había dispuesto de toda una recepción para el artista. Quería con ello dar una señal de acercamiento con los Estados Unidos.

Los militares descontentos y los miembros de la Liga de la Sangre también esperaban ansiosos la llegada de Charlie Chaplin. Su plan consistía en asesinar al Primer Ministro Inukai y a otras figuras políticas, organizar a los simpatizantes en las Fuerzas Armadas e iniciar un golpe de Estado, con el fin de acelerar la militarización del Japón y su expansión hegemónica en Asia. El asesinato de Chaplin también estaba contemplado; con ello se buscaba crear el ambiente propicio de tensión entre el Imperio del Japón y los Estados Unidos para el estallido de una guerra. De paso, también se anulaba toda influencia de corte izquierdista que pudiese "contaminar" a la sociedad y la cultura nipona.

El plan se llevó a cabo de forma inmediata al día siguiente, el 15 de mayo de 1932, un grupo de once oficiales sublevados de la Marina Imperial irrumpió en la residencia del Primer Ministro Inukai y abrieron fuego en su contra. Tristemente célebre es el último diálogo que el Primer Ministro entabló con sus atacantes en sus últimos minutos de vida;

—"Si pudiéramos hablar, lo entendería".

—"El diálogo es inútil". —fue toda la respuesta que obtuvo el Primer Ministro de boca de los oficiales de la Marina momentos antes de morir.

La muerte del Primer Ministro no significó el triunfo de la conjura. Una serie de errores de planificación y contratiempos puso en jaque todo el plan. La imposibilidad de encontrar a Chaplin y la falta de apoyo en distintas unidades militares hizo que el plan no saliera a flote. Aceptando que habían fallado estrepitosamente, los marinos sublevados decidieron marchar por voluntad propia hasta una jefatura de Policía, donde terminaron por confesar los hechos y entregarse a las autoridades.


Chaplin, por su parte, logró salvar de milagro del intento de asesinato gracias a la oportuna invitación del hijo del Primer Ministro Inukai para asistir a un combate de Sumo en el Ryōgoku Kokugikan de Tokio. Completamente ajeno a todo el drama que transcurría a su alrededor, Chaplin disfrutó del resto de su estadía en el Japón, convirtiéndose en un fanático empedernido de los camarones tempura. Algo que incluso fue destacado por la prensa nipona de la época gracias a su hazaña de devorar hasta 30 camarones de un solo bocado, ganando el apodo más que merecido de "Tempura man".


Reacciones posteriores:


Los involucrados en el asesinato del Primer Ministro Inukai fueron llevados a la justicia tan pronto se entregaron y confesaron su crimen. Sin embargo, la opinión popular se convirtió en un aliado inesperado, pues muchos sintonizaron con la causa. El nacionalismo y los argumentos de lealtad imperial de los acusados se unieron a los reclamos de la población para nuevas reformas económicas. A pesar de la magnitud del crimen, las condenas fueron indulgentes y no pasó mucho tiempo para que los acusados pudieran recuperar su libertad.


El Incidente del 15 de mayo de 1932 no fue el primero ni tampoco el último de las intentonas de Golpe de Estado que se vivieron en el Japón durante aquellos años, no obstante, fue el punto de inflexión que demostró la crisis incurable que aquejaba al sistema democrático japonés. A partir de allí, los movimientos nacional-militaristas y de extrema derecha no hicieron más que ascender en la pirámide de poder político nipón hasta llegar a la cima.

"El diálogo es inútil". La fatídica frase con la que los marinos respondieron al agónico Primer Ministro Inukai volvería a resonar fuerte tan solo una década década después, cuándo las fuerzas del Imperio del Japón lanzaron una ofensiva sorpresa en contra de la base de Pearl Harbour, el 7 de abril de 1941. Logrando finalmente la guerra entre el Imperio y los Estados Unidos.

En cuanto a Charlie Chaplin, el frustrado intento de asesinato en su contra no fue más que una anécdota más a su vida plagada de episodios trágicos. Lejos de hacer mella en su interés por la cultura japonesa, su estadía no hizo más que avivar aún más su amor por Japón. Insatisfecho con solo una visita, Chaplin volvió a Japón en tres oportunidades más. Se sabe gracias a sus biografías que mantuvo su amor por las diferentes expresiones artísticas y culturales del Japón antiguo, y que se rodeó de colaboradores de confianza de origen nipón, entre los que se cuentan asistentes personales, choferes y sirvientes. De la misma forma, el público japonés siempre mantuvo un lugar de cariño y reconocimiento al comediante, levantando incluso una estatua en su honor en las aguas termales de Gero, en la provincia de Gifu.

En sus memorias, Chaplin rememoró para siempre con gran afecto su primer viaje a Japón en 1932; "Por supuesto que no todos los recuerdos de Japón fueron incidentes misteriosos y ansiedades. Más bien, se puede decir que fue muy divertido en general".










 

Fuentes consultadas:


-Akutagawa, Ryunosuke. Miscellaneous notes of Sumeido". Aozora Bunko.

-Chaplin, Charles. "Autobiografía de Chaplin". Shinchosha. Noviembre de 1966.

-Ono, Hiroyuki. "Reintroducción a Chaplin". Japan Broadcast Publishing Association. Abril de 2005.

-Ono, Hiroyuki. "La sombra del secretario japonés de Chaplin, Takano Toraichi". Kodansha, diciembre de 2009.

-Ono, Hiroyuki. "Chaplin Works and Their Life". Chuoko Bunko. Abril de 2017.

-Yamamoto, Kikuo. "Efectos de las películas extranjeras en las películas japonesas. Estudios comparativos de historia de cine". Waseda University Press. Marzo de 1983.

-Yoshitake, Oka. "Cinco líderes políticos del Japón moderno: Ito Hirobumi, Okuma Shigenobu, Hara Takashi, Inukai Tsuyoshi y Saionji Kimmochi. Tokyo University Press. 1984.


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