El fin de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. ¿Y ahora qué?
En Tokio, la algarabía de los Juegos Olímpicos finalizó en una ceremonia que dio paso a la siguiente cita a disputarse en París, el próximo año 2024. Se terminaban las controvertidas Olimpiadas de 2020, en 2021. Las segundas olimpiadas desde Tokio 1964 y las primeras en la nueva Era Reiwa.
Poco más de un mes ha pasado desde el término de las competencias, y como era de esperarse, las conclusiones preliminares no son para nada alentadoras.
El recién pasado 12 de agosto, el medio nipón “The Mainichi”, publicó una editorial referente al costo de albergar los Juegos Olímpicos y lo que esto podía significar al panorama nacional. La editorial iniciaba de manera lapidaria indicando un secreto a voces; el comité organizador cerraba la cita olímpica con números rojos.
Hasta este punto, esto no podría significar mayor sorpresa para muchos. No es ninguna novedad que la fuerte inversión que realizan países a la hora de colocarse como anfitriones de eventos deportivos de gran envergadura como los Juegos Olímpicos o los Mundiales de Fútbol, en la gran mayoría de los casos no vuelve a recuperarse a través de las ganancias percibidas cuando estos finalizan. Depende de cada nación y el contexto por el que están atravesando si son capaces de sacar beneficios a largo plazo o si las pérdidas significan el clavo en el ataúd para sus economías.
Pero vayamos directo a los datos duros. “The Mainichi” indicaba que el presupuesto inicial para la organización de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Tokio 2020 se cifraba en aproximadamente unos 721 mil millones de yenes, frente a un gasto planificado de 734 mil millones de yenes. Gasto que, desde el primer momento se tenía contemplado financiar en conjunto entre el Gobierno japonés y el Gobierno de Tokio. Fue en medio de estas planificaciones que la pandemia del nuevo Coronavirus se desató por el mundo entero.
La emergencia sanitaria puso en jaque a la organización de los Juegos. Se barajaron distintas alternativas; primero se evaluó la postergación en un par de meses, con la esperanza de que los brotes pudieran ser controlados durante el transcurso del año. Luego, se sugirió que las Olimpiadas fueran postergadas para el próximo año 2021. Esto después de ver que los casos tanto a nivel nacional como internacional no disminuían. Una tercera voz se levantó. Esta vez, desde las mismas instituciones médicas y sanitarias de Japón, quienes hacían un llamado de atención a las autoridades y pedían la cancelación directa, advirtiendo que la realización de un evento de tal magnitud en plena pandemia no haría otra cosa más que agravar aún más la situación.
Como ya todos sabemos, la determinación final por parte del país anfitrión y el COI (Comité Olímpico Internacional) fue la postergación de los Juegos hacía año siguiente. Con ello, también se asumió el costo económico de la postergación. Al presupuesto inicial, fue necesaria una inyección de recursos que se tradujo en 103 mil millones de yenes adicionales. Junto a esto, las autoridades también asumieron la responsabilidad - y el desafío - de desplegar toda una serie de medidas que permitieran el control de la pandemia; se establecieron mayores controles sanitarios y preventivos y se trazaron los mecanismos para adaptar la cita al contexto pandémico; aplicación de test, habilitación de infraestructura médica, el desvío de recursos a otras áreas esenciales y, como era esperarse, la certeza de que no se permitiría la entrada de público / o bien, el ingreso sería de un aforo muy reducido.
Mientras todo esto se (re)planificaba, las voces críticas a la realización de los Juegos aumentaban más y más dentro de distintos ejes políticos (primordialmente del bloque de oposición) y en muchos sectores de la sociedad. Sociedad que, tan pronto la pandemia de Coronavirus comenzó a extenderse, mostró signos de evidente apatía al evento. Tan pronto el número de casos aumentó, la apatía de muchos se transformó en un abierto rechazo y las protestas hacia el Gobierno y el COI abogando por la cancelación no se hicieron esperar. En este punto, sería imperdonable no hacer mención a la intrépida acción de Takahashi Kayoko. Una residente de 53 años de la ciudad de Mito, ubicada en la Prefectura de Ibaraki. Takahashi asistió al recorrido de la antorcha olímpica que se estaba pasando por su ciudad. Una vez allí, camuflada entre la multitud, desenfundó sin dudar el armamento que traía consigo; una pistola de agua. Cuando la flama olímpica estuvo frente a sus ojos, la mujer levantó el cañón de su arma y vació el cargador contra esta. La descarga de agua no fue suficiente para apagar el fuego - hay quienes aseguran que el disparo ni siquiera llegó a tocar la antorcha. Viendo fracasada su misión, la aguerrida residente de Mito no tuvo más opción que rendirse ante la abrumadora respuesta de las fuerzas del orden que acudieron para sofocar tal agresión sin precedentes.
La antorcha logró llegar indemne al Estadio Olímpico de Tokio para la ceremonia inaugural, el día 23 de julio. Cuando la cita llegó a su fin, el 8 de agosto, Japón finalizó en tercer lugar dentro del medallero, por detrás de China y los Estados Unidos, con un total de 58 medallas. Apenas se extinguió el fuego olímpico en el Estadio de Tokio, la realidad vino a golpear otra vez a todo el país. La pandemia no había dejado de propagarse. Más aún, puso en evidencia que todas las medidas desplegadas por las autoridades durante la cita deportiva habían sido infructuosas. Las “estrictas medidas” de seguridad fueron insuficientes y la tan ensalzada “burbuja sanitaria” se rompió de inmediato. En total, se cuentan aproximadamente unos 132 casos positivos de COVID-19 con relación directa a los JJOO.
Las finanzas también comenzaron a presentar los síntomas de la pandemia y las Olimpiadas. “The Mainichi” calculó de manera temprana una pérdida estimada en unos 90 mil millones de yenes, tan solo en lo que respecta a ingresos no recibidos por la compra de boletos de espectadores. El medio japonés indica que la inversión total se había disparado de 1.644 millones de yenes a un total que fácilmente superaría los 3 mil millones de yenes. Montos que no son menores considerando los gastos que la pandemia aún en pleno desarrollo trae consigo y el estado poco favorable en el que se encuentra la actual economía japonesa.
”The Mainichi” hace referencia dentro de su editorial al hecho de que la financiación de los Juegos Olímpicos recae directamente en el comité organizador. Sin embargo, se asume desde el principio que en caso de que los gastos aumenten, el Gobierno metropolitano de Tokio asume el pago del resto de la deuda. Y, dado el caso en que esto no fuera suficiente, es finalmente el Gobierno japonés el encargado de acudir al rescate de los gastos remanentes. Por supuesto, la cláusula de organización indica que el Comité Olímpico Internacional no tiene obligación alguna en la financiación del evento. Arista no menor, considerando el énfasis que el COI realizó al hecho de que la postergación y/o cancelación de la cita olímpica conllevaba el pago de una alta cifra a modo de compensación.
Como es de esperarse, el peso del déficit provocado por los Juegos Olímpicos cae sobre los contribuyentes. Como la población tokiota ya ha sufrido los efectos de las restricciones asociadas a la pandemia, el impacto de la deuda se extiende por el resto del país. Algo que despierta las alarmas si tomamos en cuenta que desde hace varios años, mucho antes de la pandemia, la economía japonesa arrastra un déficit que la tiene estancada - y peor aún, a la baja - respecto a otras potencias y nuevas economías emergentes.
El panorama se ensombrece más y más para las autoridades. La administración del actual Primer Ministro Suga Yoshihide tiene el pesado desafío de hacer frente al déficit post olímpico en medio de una desaprobación cada vez más creciente, con tan solo un 29, 3% de apoyo. Sin embargo, el verdadero desastre se vive en los hospitales y centros de emergencia a lo largo y ancho del país. Precisamente en el mismo día en que se está terminando de escribir este artículo, Japón advierte el registro de más de 20.000 casos positivos en tan solo un día. Algo nunca antes visto desde el inicio de la pandemia y que deja a Tokio, Osaka y Okinawa ad portas del desastre sanitario.
Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 (en 2021) han terminado por fin. Muchas son las conclusiones, enseñanzas y récords que pueden rescatarse de esta cita deportiva. Sin embargo, queda también una pregunta abierta que seguramente se mantendrá por un buen tiempo más; ¿Realmente valió la pena?
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