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Keske Iitomi

La otra tierra del Sol Naciente: las relaciones entre Japón y Afganistán

El día 15 de agosto de 2021 la nueva ofensiva de las fuerzas talibanes en Afganistán lograron asestar el golpe definitivo a la tambaleante democracia del país asiático. Con la toma de la capital, Kabul, todo el territorio se encuentra virtualmente bajo su control. Tan solo ha pasado un día de una fecha que quedará marcada en los próximos libros de historia; el resurgimiento de una fuerza combativa que había estado lejos del ojo público por aproximadamente veinte años. El fracaso estrepitoso de la fuerza militar estadounidense y de la OTAN, ante un enemigo y un territorio que ya había puesto en jaque a la potencia militar de la antigua Unión Soviética, a finales de los 90's. Y por supuesto, el inicio de un nuevo capítulo en la ya caótica historia de larga data de conflictos internos dentro de la nación afgana.


Fácilmente podríamos extendernos línea tras línea, ahondando en los orígenes históricos del conflicto que azota a Afganistán, las luchas políticas, étnicas y religiosas, el intervencionismo de las potencias en sus afanes políticos y económicos, la evolución del fenómeno del terrorismo y un interminable etcétera. Entonces, ¿Qué tiene que ver todo esto con Japón?

Ubicación de Afganistán (en verde) y Japón (naranjo) en el conteniente asiático.

Afganistán y Japón cuentan con una extensa historia de relaciones bilaterales que se remontan a una nada despreciable cantidad de 114 años de antigüedad. Por aquel entonces, durante los primeros años del siglo XX, ambas naciones asiáticas se hallaban enfrascadas en violentas guerras en contra de potencias imperiales de occidente; Afganistán contra el dominio colonial británico y el Japón contra el Imperio ruso. La situación por la que estaban pasando ambos pueblos asiáticos generó de inmediato una simpatía que decantó en el establecimiento oficial de relaciones diplomáticas, en el año 1931.


Desde ahí en adelante, el intercambio político-económico entre ambas naciones mantuvo un carácter estable y positivo. Algo que no deja de ser menor si consideramos la convulsión subsecuente; la Segunda Guerra Mundial, las tensiones de la Guerra Fría, y el ambiente cada vez más hostil dentro de Afganistán, desgarrado por las luchas intestinas, el intervencionismo extranjero y arrollador avance de las corrientes islámicas más fundamentalistas. Incluso a pesar de estos sucesos, Japón y Afganistán han orbitado en instancias de acercamiento y cooperación, interrumpidas únicamente por los cierres temporales de la legación/embajada nipona en Kabul, durante los constantes cambios de mando afganos, entre finales de siglo XX y principios de XXI.


Japón ha sido uno de los países que mayor cantidad de recursos ha desplegado en la zona. Ya sea por iniciativa independiente o a través de la regulación directa de las Naciones Unidas. El capital japonés ha sido donado en forma de financiamiento directo, envío de material y personal técnico dedicado a las áreas de reconstrucción y mejoramiento de la infraestructura, asesoramiento en materias de salud y educación, desarrollo energético y comunicacional, agricultura y seguridad. En este punto, debemos destacar la participación directa de JICA (Agencia de Cooperación Internacional del Japón), en colaboración con la UNICEF, para el fomento de la educación en el país. Uno de los hechos más célebres quizá sea el envío por casi más de 15 años de mochilas escolares randoseru, junto con material pedagógico.


Por otro lado, Afganistán ha percibido favorablemente la figura japonesa a lo largo de la historia, como naciones y pueblos que si bien no comparten una cercanía geográfica ni un pasado histórico y político en común, han sostenido relaciones cercanas y favorables en distintos momentos. Incluso desde una perspectiva cultural; Afganistán y Japón han logrado percibirse como parte de un entramado similar y conectado a través de la historia antigua y principalmente, como puntos claves de la ancestral camino de la Ruta de la Seda. De igual manera, ambas culturas experimentaron procesos similares en cuanto a la recepción de religiones a través de rutas geo-culturales en común. Esta valoración por la cultura ha permitido que Japón haya puesto particular atención en el rescate y la preservación del patrimonio afgano. De esta manera, más de cien piezas y artefactos arqueológicos de Afganistán han sido transportados a Japón para resguardarlos de la destrucción y el deterioro a los que se ven expuestos dentro de un área de conflicto.


Este apoyo constante entre ambos países los ha beneficiado en momentos adversos para ambos. De esta manera, mientras Japón se transformaba en uno de los principales responsables de enviar ayuda y financiamiento a Afganistán durante los años de conflicto, los afganos no dudaron en responder con ayuda monetaria después que el fuerte Terremoto de 2011 azotara el Este de Japón. Tan solo la ciudad de Kandahar logró reunir la cantidad de 50.000 dólares. Cifra a la que se sumaría el millón de dólares donados por el gobierno afgano en su conjunto. De esta manera, las relaciones entre ambas naciones que comparten la denominación ancestral de ser las “Tierras del Sol Naciente” en sus respectivos idiomas se ha ido consolidando.

Japón retira sus aviones de evacuación de Afganistán tras la salida de EEUU (fuente: eldiario.es)

Hoy, sin embargo, la larga historia de buenas relaciones afgano-japonesas parece quedar ensombrecida cada vez más por culpa de la contingencia que se vive en la zona. Precisamente en estos momentos en que se terminan de escribir estas líneas, que el Gobierno del Japón, a través del Primer Ministro Suga Yoshihide ha anunciado la evacuación inmediata de todos su cuerpo diplomático y ciudadanos de Afganistán. Es así que Japón se sumó al resto de naciones que se agolparon en los aeropuertos junto a miles de civiles para escapar de la ofensiva talibán.


De esta manera, la historia de ambos países queda en completo suspenso. De la misma forma que queda el destino de Afganistán a partir de ahora.

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